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¿Te atreves a subir?

  • Foto del escritor: Laura
    Laura
  • 20 nov 2019
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 25 dic 2019

¿No os habéis levantado un día pensando que va a ser un día normal y luego resulta que te ha ocurrido algo interesante?

En mi vida cada vez es más frecuente que estos días me visiten, no sé si es cosa del universo o seré yo que pongo de mi parte para que me pasen cosas así, pues a todo le tengo que buscar un sentido. Yo creo que un poco de las dos.


El día 1 de enero del 2019 fue uno de esos días. Un primer día del año que se planteaba como cualquiera y decidí hacer algo un poco diferente. Quedamos mi amiga y yo para hacer una ruta de montaña y subir hasta la cima, forma de empezar el año muy motivadora, conectando con la naturaleza y superando obstáculos, aunque a primeras es un plan poco apetecible después de la cena de año nuevo.

Como es de costumbre, mientras ascendíamos la montaña, me situé sin aliento detrás de mi amiga, mientras mi cabeza no paraba de darle vueltas a porque ella tiene el paso tan largo y ciento cincuenta mil pensamientos más.


Mientras avanzaba los latidos de mi corazón cada vez eran más intensos, yo cada vez estaba más roja y me costaba más respirar, todo esto me llevo a un pensamiento “¿pero porque estás haciendo esto Laura? ¡Con lo bien que estarías ahora en tu casa tirada en el sofá! Qué manera de sufrir”. Entonces, pare un momento a respirar, alcé la mirada del suelo y me puse a observar las vistas y mi respuesta fue inmediata, me vino la gran revelación del día:


Todo esfuerzo tiene su recompensa, y si hubiese estado tirada en el sofá (que en ocasiones va muy bien) no estaría en el medio de la naturaleza, respirando aire fresco y contemplando desde las alturas ese trocito de mundo tan maravilloso. Me di cuenta de que quien algo quiere, algo le cuesta, y la recompensa siempre es mucho mayor que el esfuerzo invertido.

La palabra esfuerzo conocida socialmente como hacer algo con gran dificultad no va con mi manera de ver la vida. Pienso que si estas alineado con tu propósito, las cosas se te dan. Me gusta definirla como disciplina que tienes que seguir en tu camino para conseguir los resultados, ser constante y persistente.


Esto me llevo a replantearme otra situación que estaba viviendo en la montaña, equiparable con la vida. En realidad, me estaba costando esfuerzo subir la montaña porque iba a un ritmo mayor del que me podía permitir, y mi cuerpo se fatigaba con facilidad. Siempre he querido seguir el ritmo de mi amiga sin pensar que ella le dedica más horas y está más preparada físicamente que yo. Me estaba comparando y queriendo alcanzar un ritmo que no era el mío, sin poner conciencia en mi propio camino y disfrutarlo. ¿Cuántas veces nos hemos visto en esa situación? ¿Cuántas veces hemos estado mirando el camino del del lado sin poder apreciar el tuyo propio? Cuando estas enfocado en el otro, no te puedes girar y contemplar todo lo que llevas recorrido, solo puedes observar que tienes a alguien delante de ti que está llegando antes a tu mismo objetivo, y esto hace que te frustres, te juzgues y te castigues. Esto no es justo para ti y para tus propios méritos.


¿Qué hice entonces? A partir de ese momento de conciencia, paré, alcé la mirada y respiré. Puse el foco en subir disfrutando, observando donde ponía cada pie y respetando mi ritmo.

Entonces mi actitud frente al ascenso cambió. La fatiga se desvaneció y pude disfrutar en cada momento del camino. Disfruté de mi respiración agitada, mis pausas necesarias y de lo que mis ojos y mis sentidos podían apreciar. ¡Nada que ver con el camino recorrido hasta ese momento! ¿No os gustaría vivir así la vida?



Aprendí una gran lección, pues lo que me pasó en ese momento es equivalente a lo que hacemos a diario. Querer alcanzar metas si no disfrutas del presente genera ansiedad y fatiga. Detengámonos un momento a observar, sentir y escuchar lo que tienes en cada etapa del ascenso, mira hacia atrás y agradécete tus propios logros. Gran mensaje para aprender un día 1 de enero.

 
 
 

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