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Mis síntomas del COVID-19 (1)

  • Foto del escritor: Laura
    Laura
  • 31 mar 2020
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 7 abr 2020

Y es leyendo el libro de Las claves de Sol cuando me han entrado unas ganas brutales de escribir y conectar con lo que siento. Ha sido leyendo a esta mujer como me ha invadido la confianza en lo que tengo que decir y reivindicar mi propio lenguaje. Y que da igual si ya lo han dicho miles de personas, pero no lo he dicho todavía yo.


He vuelto a conectar con esa sensación de estar leyendo algo que te produce un cosquilleo en la tripa, te invade por todo el cuerpo y en ese momento, sabes que eres feliz.


Me encanta leer cosas en las que pienso: eso lo habría podido escribir yo. Pero no lo he hecho, y también me produce rabia, porque no lo he hecho. A la vez siento una profunda comprensión de alguien completamente desconocido, que sabe poner palabras a lo que he sentido y esa sensación, te abraza.


Me he puesto a escribir sin saber de qué iba a escribir, simplemente quería grabar lo que estoy sintiendo en este momento y siento como fluyo, como las palabras salen desde un lugar que no es la mente, se acerca más bien al corazón, y ni siquiera eso, no le encuentro ubicación.


Porque no siempre tienes que hablar de algo, no siempre tiene que tener sentido, y no siempre tiene que tener intención. Estoy sintiendo la libertad de mi creatividad, una de las pocas veces que me estoy sintiendo libre de mis pensamientos, que me juzgan, que me dicen que no soy suficiente, que me repiten que lo que yo aporto al mundo ya lo han hecho otros anteriormente.


Normalmente, en este punto de la redacción, ya me habría puesto a releer lo que he escrito para confirmar que lo que he dejado grabado es bueno, o no, y poder sentirme orgullosa, o no, de lo que quiero aportar al mundo. Pero no se trata de aportar al mundo, se trata de aportarte a ti, y a través de ahí, tal vez, alguien recoja algo de lo que tú siembras. Como yo ahora acabo de recoger lo que Sol sembró, cuando ella se estaba aportando.


Sol, un nombre que ilumina, lo cual es lo que acabo de sentir mientras leía. Mi cuerpo recibía rayos de luz que calentaban las zonas por donde iban pasando las palabras, ahora la tripa, ahora el corazón, ahora trepa la nuca, iluminando aquella oscuridad por la que ahora me encontraba.


Conectar con los sentimientos no es fácil, sobre todo, si en esos momentos los sentimientos son de miedo, angustia, tristeza… lo fácil seria sentir siempre alegría, dicha y plenitud. Pero lo curioso de la vida es que no puedes sentir uno de los sentimientos guachis sin la otra parte. Porque es lo mismo, vestido con diferente traje. Aprendamos a valorar los dos por igual, tarea difícil que yo, todavía, y creo que nunca, puede que consiga, pero sigamos intentándolo.


Me queda mucho más que decir, cosas que quiero que sepáis, pero siento que este relato termina aquí. Voy a silenciar mi ego, para aprender que hay cosas que llegan a su fin para que no pierdan su magia. Me despido agradeciendo inmensamente esta oportunidad de expresión que me acabo de permitir para sentir y vivir algo inesperado, real. Me guardo esta sensación para mi próxima redacción, para que también sea verdad, al menos para mí. Aunque no la misma, porque si no ya no sería verdad, sería un recuerdo de aquella sensación. ¿Tiene sentido? Qué más da.


Ahora sí, voy a releer todo lo que salía de mi en este estado de éxtasis anestesiado.

*Nota de mi mente después de releerlo: ni de coña lo publicas, locaza, no tiene sentido.

A lo que respondo: lo voy a publicar.


 
 
 

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