top of page
  • Black Facebook Icon
  • Black LinkedIn Icon
  • Black Twitter Icon
  • Black Pinterest Icon

Creciendo a mi ritmo

  • Foto del escritor: Laura
    Laura
  • 26 feb 2020
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 7 abr 2020



A veces se me olvida que tengo 27 años. Vivimos en una sociedad rodeada de prisas, metas y objetivos. Corremos para llegar a fin de mes, tenemos prisa para que sea ese día que tanto deseamos, queremos terminar los estudios ya, para poder dedicarnos a lo que nos gusta, queremos estar jubilados para poder vivir nuestra vida como deseamos… Cada uno se toma la prisa a su manera.


Yo no sé qué chip tengo metido en la cabeza que siempre he querido correr más de lo que me toca, no sé qué ni a quién quiero demostrar que mi vida va a valer la pena y que tengo que llegar a vivir una vida de ensueño, donde no existe dolor, donde todo es bonito y perfecto y que soy dueña de todo lo que ocurre (sin darme cuenta que estoy haciendo alusión a mi queridísimo control).

Pues hoy, gracias a mi proceso terapéutico, me di cuenta que estoy harta de correr.


Estoy harta de tener que ser una gran profesional en cuanto todavía no he terminado mi formación. Estoy harta de querer tener un cuerpo impresionante, en cuanto todavía no he aprendido a amarlo tal y como es. Estoy harta de querer mostrar al mundo lo que se, si todavía no se.


Y esto viene porque siempre me he comparado con los demás, y por supuesto, solo veo a las personas que alcanzan aquello que yo anhelo. Pero lo que no quiero ver es que estas personas han hecho cosas que yo todavía no, que estas personas tienen más años que yo, que estas personas han superado obstáculos y han sacrificado cosas en su vida, que yo, todavía, no estoy dispuesta a sacrificar. Lo quiero todo fácil y ya, y, sobre todo, quiero un camino que no es el mío.


Causalmente en mi vida siempre me he rodeado de personas más mayores que yo, mis referentes también lo son, y yo, me identificaba con ellas. No era capaz de verlas con mis ojos de aprendiz, no. Porque yo creía ser así. Esto, sin darme cuenta, me ha tenido a un nivel de autoexigencia por encima de mis posibilidades, inconscientemente pretendía ser y tener lo que ellos han conseguido con 10 años más de experiencias y vivencias. Entonces, un día (o varios), vino la señora humildad y me dio un tortazo (o varios), trayéndome ansiedad, desmotivación, rabia, frustración, tristeza…


Mi mayor miedo es no avanzar y quedarme con una vida que no deseo y siempre caigo en el mismo hoyo, un hoyo que me cavo yo misma, porque ¿Quién dice a qué velocidad hay que avanzar? La respuesta a esta pregunta ha sido el mayor descubrimiento que he hecho en mi vida.


Ahora, he podido ver que acabo de despertar, de encontrar quien soy y que he empezado a vivir la vida como yo quiero. A esto lo llamo mi renacer, y como sucedió hace unos años, ahora me toca ser niña, aprender y equivocarme. Una niña no tiene que demostrar a nadie que es capaz porque está en fase de evolución y de descubrir todo lo que puede llegar a ser. Así que como niña que me permito ser, me voy a cuidar, y voy a jugar. No voy a juzgarme si algo sale bien o mal o todavía no lo tengo, porque simplemente estoy aprendiendo a Ser, pasando por la vida con más tranquilidad, alivio y compasión.





Está muy bien ser ambicioso, es algo que hay que tener aquel que quiera alcanzar su sueño, porque así es la única manera de que se puedan cumplir. Pero en el camino, una se tiene que respetar y conocer, para, poco a poco, ir construyendo su propio camino. Y, sobre todo, para VIVIR. Porque vamos con tanta velocidad que cuando llegamos a nuestra meta no nos acordamos del viaje, y es una pena, porque te pierdes mucho, te lo pierdes todo.


Me llevo un gran aprendizaje y reflexión al descubrirlo. Y me gustaría que a las personas que tendáis a querer todo ya, como yo, os sirva para parar y poder empezar de nuevo al ritmo que tu corazoncito necesita. Disfruta de tu aprendizaje.

 
 
 

Comments


bottom of page